InCOLOMBIA, DIARIO DE VIAJE

BARICHARA, el pueblito más lindo de Colombia

El pueblo más lindo de Colombia

Definitivamente experimentamos la escala más larga del mundo; la cual iba a ser de horas en la capital de Colombia, pero fueron meses. Bogotá era solo el último stop del vuelo que teníamos de Argentina a México, donde nos encontraríamos de nuevo con la Kombi que había quedado en la casa de una familia, y continuaríamos rumbo a Alaska. Sin embargo, la situación mundial de la pandemia decidió que nos quedemos 9 meses atrapados en el país del café. Los primeros 6, no pudimos salir de la ciudad, pero cuando lo permitieron, decidimos que la espera a la reapertura de vuelos internacionales sea recorriendo la patria del norte de Sudamérica.

Nos había quedado conocer Barichara, lo que dicen es el “Pueblo más bonito de Colombia”, y nos fuimos a mochilear. El tema del alojamiento, que con la Kombi lo tenemos resuelto, esta vez lo solucionamos con intercambios en hoteles que les contamos más abajo.

VUELTAS POR BARICHARA

Por momentos pareciera que caminás solo con tu silencio y no pasa mucho, y menos a la hora de la siesta. Es que lo importante del pueblo está en los detalles. Por eso deambulamos y le dimos tantas vueltas como a una calesita. Es un pueblo chiquito y colonial, que nos hizo recordar a otros de Latinoamérica como Paraty en Brasil, Cuzco en Perú o Antigua en Guatemala. Pero por supuesto que cada uno tiene su personalidad.

En Barcichara hace calor. Si estás debajo de una planta el clima cambia y es un poco más fresco, pero en el rayo del sol es duro, aunque soportable.

En Barichara se camina despacio para encontrarte con arquitecturas que llaman la atención, como por ejemplo, un cementerio, conocido por sus lápidas talladas a mano. Fuimos a la plaza Santa Bárbara, al parque las Artes, al mirador “Los Micos” y caminamos por las calles manchadas de color oro observando las casas hechas de barro pisado.

Mirador “Salto del Mico”. Totalmente gratis y tenés una vista engimática de las tierras santanderianas y del Cañón del Río Suárez.

En Barichara te ofrecen sabajón, una bebida típica parecida al Bailys, con leche condensada, huevo crudo y aguardiente.

En Barichara hay silencio. Saber escucharlo ayuda a conectarse con ese lugar, de lo contrario puede parecerte aburrido.

En Barichara hay para observar y es una de las mejores actividades que podés hacer. Sentarte en un banco en la plaza y mirar. No solo a la gente pasar, sino los pormenores de las casas, de la panadería central, de la iglesia y la alcaldía, de las paredes rojizas, del suelo amarillento. No es raro que te saluden con un “Buenos días/buenas tardes” o tal vez se inicie la charla como si te conocieran de toda la vida.

En Barichara hay color cobre. Las zapatillas se tiñen de este color, y por eso a la gente que vive ahí le dicen los “patiamarillos”.  Las plantas, las paredes y todo lo que se te ocurra está coloreado con pinceladas del color del desierto.

EN BARICHARA HAY QUE “ESTAR”.
Los minerales de las rocas de la región pintan cada construcción y todo lo que encuentren a su paso. Barichara es un pueblo rojizo.

COSAS QUE PASAN POR GUANE

Caminando por Barichara nos topamos con un cartel que decía: “Inicio del camino real a Guane”, 5,5 kms. Al día siguiente partimos caminando y volvimos a dedo. Una caminata hermosa para los amantes del senderismo, donde tenés el honor de sentir la historia debajo de tus pies de atletas, porque ese camino lo utilizaban los indígenas de la región, los Guaneses, para desplazarse entre las ciudades e intercambiar sus bienes, trabajar y visitar la familia, y solían hacerlo descalzos. Hoy en día, además de turistas, podrás toparte con niños de Guane que hacen el camino a diario para asistir a la escuela de Barichara.

Nos calzamos las zapatillas, cargamos el mate y partimos a disfrutar de la naturaleza con clima desértico, seco y soleado. Barichara y Guane, son realmente pueblos para viajeros sin prisa. Nos quedamos con ganas de más “caminos reales”, porque hay muchos. Hicimos el más corto, tal vez, de haber estado con la Kombi hubiésemos, hecho otros, por ejemplo el del Cañón de Suarez.

Al llegar a Guane seguimos caminando, tomamos un helado artesanal de una de las tantas frutas exóticas que encontrás en Colombia e hicimos dedo para regresar, porque era el mediodía y nos hubiésemos pegado una asoleada para el recuerdo. Podés volver en tuc-tuc, unas motos de tres ruedas, pero preferimos hacerlo a dedo y de paso nos ahorramos ese dinero.

Guane se parece a Barichara pero no lo es. Hay más silencio, más tranquilidad, más pueblo y menos prisa.

SAN GIL, punto de partida para aventuras extremas

Hicimos dedo desde Barichara a San Gil; una ciudad un tanto más caótica y tal vez por eso no nos gustó demasiado (más bien somos de esos viajeros sin prisa, de los que les gusta pueblear). De ahí salen todos los tours para los deportes extremos como parapente, canoppy, rafting, tirolesas, etc. pero preferimos ir a PANACHI (Parque Nacional de Chicamocha), pagamos $25.000 cada uno (aprox. USD 8) y vino la desilusión. Teníamos la expectativa de hacer grandes caminatas, y nos habíamos preparado para eso, compramos protector solar, sándwiches, cargamos el mate, pero la aventura terminó ni bien entramos al parque. Es un parque más de atracciones creadas por el hombre que algo natural, son caminatas cortas de asfalto y cada sendero tiene como máximo 1.000 mts. y en una hora lo habíamos recorrido todo.

Pero se tiene una vista increíble al Cañón del Chicamocha y se conoce un poco de la historia del país a través del Monumento a la Santandereanidad y un audio que transmitían en inglés y español. Fue un lindo recorrido del que no nos arrepentimos, de lo contrario nos hubiéramos quedado con el “tendríamos que haber ido”.

Monumento a la Santandereanidad en el Parque Chicamocha.

¿Dónde nos alojamos?

Escribimos a varios hoteles de Barichara y San Gil para hacer intercambio de estadía por dar a conocer el lugar, y tuvimos la suerte de que varios aceptaron (hasta tuvimos que rechazar algunos porque se superponían las fechas).

En Barichara estuvimos en Nativo Glamping, quienes ofrecen desde cabañas hasta carpas 5 estrellas donde entra una cama grande y mesitas de luz, tenés enchufes por doquier y entrás parado. ¡Los desayunos son súper gourmet, tiene jacuzzi, ofrecen hacer fogatas y fue como acampar de lujo, sin que nos falte nada!

En Nativo Glamping te regalan la experiencia de plantar un árbol como souvenir de la estadía. ¿Qué tal esa iniciativa?

También fuimos a Serranía del viento. Ellos tienen cabañas y domos geodésico para alojarse. A nosotros nos tocó una cabaña con una vista extraordinaria a las montañas, y en la tarde aprovechábamos a refrescarnos en la piscina. Queda a 2,2 kms del pueblo en el medio de la naturaleza y los dueños ni bien conocieron un poco más la historia del viaje, no dudaron en invitarnos a almorzar a su casa, lo cual con mucho gusto aceptamos y conocimos una casa de barro típica de Barichara.

“Lo mejor siempre está afuera de la carpa”, dice la página de Serranías del Viento, y despertarte con esta vista majestuosa de verdad que no tiene precio.

En San Gil pasamos unos días en Prana Hotel, aprovechamos la cama grande como una cancha de fútbol, el TV de no sé cuántas pulgadas, el abundante desayuno y de la papaya saltamos al café, del café a los huevos con tomate y cebolla, al pan con manteca y dulce, a los huevos fritos, toda una mezcla en el estómago, que feliz lo recibía.

Dormir despatarrados en una cama inmensa como la de Prana Hotel es un mimo para el alma en la vida del viajero.

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