Estuve hace 8 años atrás en estas ruinas y tal vez lo miré con otros ojos. Ahora vi un lugar lleno de vendedores y saturado de turistas. Fue como entrar a una feria. Te jalan para que compres, para que mires, en inglés o en español. No hay silencio. Fue el lugar, junto con el Machu Picchu, que hasta el momento encontramos más cantidad de gente y fila para ingresar. Aunque todo es ágil y rápido, porque está preparado para recibir tanta cantidad de personas.
Cuando los lugares se convierten en “Maravillas del mundo” genera este impacto: algunos ven dinero y quieren llenarse los bolsillos y otros sentimos que es la parada obligatoria. Pero alrededor de Chichén Itzá o del Machu Picchu, hay tantas ruinas y pueblos, que te deja con la boca abierta. Andar en la kombi, nos permite alejarnos de estos lugares masivos y acercarnos a otros tan espectaculares como éstos, que nada tendría que envidiarles.
Algunos de estos lugares “menos turísticos” son pueblos que se erigen arriba de la ruina misma y en el patio de sus casas conviven con esas reliquias. Estos lugares están cargados de historia que te cuentan los lugareños, pero vacíos de la contaminación comercial. Ya no estoy segura de querer conocer las 7 maravillas del mundo moderno antes de morir. Prefiero visitar sus alrededores. Aunque en realidad tengo amor – odio por estos lugares: cada vez que estoy en el país, siento un fuerte llamado o necesidad de conocerlo. Y voy, con la invariable desilusión que me provoca estar ahí dentro.
Los caminos que unen cada templo, están repletos de tiendas y souvenirs. Ya no hay tierra libre. Cada vendedor tiene su mesa, su silla y su sombrilla. No es raro que la gente pase mirando más las estatuillas y las miniaturas, que los templos de verdad. Es que estos vendedores llaman la atención, con imitaciones de sonidos de pájaros, con dichos y frases, que logran desviar la curiosidad de mas de uno. Conocer las ruinas, desde mi punto de vista (que agradezco que no sea el único), implica conocer su entorno natural. Porque hay algo que hizo que los Mayas eligieran ese lugar y no otro. Tal vez el acceso al agua, la abundancia en plantas o en animales, el silencio, no sé. Entonces, así como se conservan las ruinas, creo que debe ser con el entorno. Pero el medioambiente que vi, no era para nada natural.
Los guías cambian de repertorio como de ropa interior, y unas voces se superponen a las de otros. La cantidad de esqueletos y ofrendas encontradas en el fondo del “cenote sagrado” no son las mismas a la mañana que a la tarde. Pero rescato lo impactante que son las ruinas, la forma de pensar, de asociarse y de construir hace miles de años, sin facilidades ni comodidades. Creo que estaban conectados sin conexión. La sabiduría les venía desde adentro, y la voluntad los llevaba a accionar para mejorar su calidad de vida. Y eso los hizo creadores de algo tan grande.
Me senté frente al Templo de Kukulkán (ese castillo famoso, ícono de la ruina) y me imaginé estar en aquella época, en blanco y negro. Fue la forma de acercarme un poco más, porque no había leído nada antes de ir, los carteles explicativos no eran suficientes y los guías me mareaban. Así que recomiendo ver algún videito o leer algo antes de ir.


Si estás por México y no te alcanza el dinero para conocer una de las 7 maravillas del mundo moderno, no te preocupes, y si puedes, visita otras. Como las de Palenque por un precio mucho más bajo, o las de Izamal, que no tienen costo y puedes dormir al pie de ellas. El precio en Chichen es de $481 por persona (aprox. Usd25) y el parqueadero $80 (aprox. Usd 4), o si te animas dejas tu auto afuera y no pagas nada (hicimos eso).
Todas dichas ruinas están en la selva, y probablemente en un lugar sin tanta concurrencia podrás ver más tucanes, iguanas, monos, sin dejar de conocer la historia del país. Yo tendré que revisar qué hago con este amor – odio por los lugares tan masivos y decidir si seguiré conociéndolos o no.