Fue un chico y una chica. Llevábamos un tiempo deliberando si irnos o quedarnos. Habíamos almorzado fideos con verduras salteadas y ensalada, lavamos los platos, guardamos, cerramos el techo, acomodamos todo y estábamos listos para cambiar de lugar. Era sábado y la decisión de partir de Atlixco había sido tomada en función de que no veíamos lugar para parquear y vender. El zócalo (como les llaman a las plazas centrales en México) estaba lleno de autos y carteles que decían “prohibido estacionar más de 90 minutos”.
Pasaron ellos en un carro eléctrico, tipo carros de golf, pero para muchos pasajeros, y nos gritan “ya volvemos!”, en el mismo momento en que Lucho giraba la llave del switch. Esperamos unos segundos para ver qué pasaba y se acercaron, vestidos ambos con una camisa azul que decía “Atlixtour”, y una bolsa llena de panes rosas.
- Chicos! Los vimos y les queríamos preguntar, si no les molesta, qué van a hacer hoy.
Creo que la historia de Atlixco comienza acá, gracias a Chivys y Roberto que se encargaron de enamorarnos del pueblo mágico e hizo que volviéramos. Enseguida se presentaron, de su boca salieron disparadas preguntas referentes al viaje y a la kombi, hicimos un vivo por las redes sociales y nos armaron un tour completo en esos 10 minutos de conversación.
Atlixco, la ciudad de las flores, se ubica en las faldas del volcán Popocatepétl. Sus habitantes orgullosos nos dicen que tiene el mejor clima del mundo y las coloridas flores son parte del paisaje diario.
Nos subimos al carrito eléctrico, manejado por Roberto, fuimos al zócalo a recoger más pasajeros, y Chivys fue la encargada de darnos el tour por los principales puntos del pueblo mágico (en México hay un programa gubernamental que llama así a ciertos pueblos con el fin de proteger su riqueza cultural).
Conocimos un poquito sobre la “Villa Iluminada”, un evento masivo que dura 40 días, de noviembre a enero, donde 2 kilómetros al aire libre se visten de luces y figuras con la más alta tecnología led, al estilo Disney, y resulta en un atractivo turístico para familias enteras que disfrutan del espíritu navideño.


Durante el año se puede tener un poquito de esta experiencia en un solo salón. Entramos, y Villancicos de fondo nos recibieron. Muñecos de nieve, árboles de navidad gigantes, pingüinos, una pequeña torre Eiffel iluminada, estrellas, regalos, guirnaldas, trineos y como toque final, nieve (obviamente espuma artificial). Revivimos toda la felicidad que se vive en navidad.
Seguimos viaje en el carrito eléctrico rumbo a la cervecería artesanal 5 de mayo. Destaparon 4 botellas para la degustación, que sobró, así que, en lo que quedaba del recorrido siguieron rellenando nuestros diminutos vasitos. Pasamos por la calle de las flores, la más emblemática de Atlixco, donde se encuentra “El Tamalito”, restaurante donde desayunaríamos y almorzaríamos durante varios días (allí Lucho probó la Cecina de Res, carne preparada con sal y manteca, en delgadas láminas, y el famoso mole poblano). Luego por el monumento de Miguel Hidalgo y el Reloj de las Flores para terminar en “La Pasadita”, oficina de Atlixtour, a probar chocolates, obleas, cervezas artesanales de Don Goyo y el licor de Tejocote (fruta parecida a una manzana pequeña y amarilla).
Gracias al video que los chicos colgaron en la página de viajes de Atlixtour, el dueño de un hotel, nos invita a bajar unos días de la kombi y descansar en cama grande. Pudimos desparramar el cuerpo en un colchón para nosotros enorme, para otros normal, sacar brazos y pies, ducharnos con agua caliente y para coronarla, recorrimos unos cuantos lugares con Chivys y Roberto, que se convirtieron en nuestros guías oficiales. A continuación les compartimos cada lugar y un evento único que nos tocó vivir!!
METEPEC, un pueblo paranormal
Metepec es un pueblito que quedó devastado por el terremoto del 2017 y ya nadie puso el ojo en él. Pero en los 90 la situación era otra. A las 23:45 p.m., los ovnis llegaban a la cima de un cerro donde hoy, hay uno de metal recordando viejas épocas. La función de luces paranormales se extendía hasta la medianoche y la gente esperaba paciente regalándoles sus aplausos una vez terminado el show. Las “seños” supieron aprovechar estos sucesos y llenaron la base del cerro de puestos de comida: elotes, esquites y tacos eran los elegidos por las personas antes de irse a dormir.
Seguimos rumbo al “Punto Marconi”, donde las leyes de la gravedad funcionan al revés. Estábamos en bajada, pusimos el auto en punto muerto y el auto comenzó a subir la pendiente, aumentando la velocidad a medida que avanzábamos, como en caída libre.
TEPEOJUPE, la cuna del elote
No podemos hablar de cocina mexicana sin nombrar el maíz, pero este pueblo se especializa en algunas cosas a base de este grano amarillo y es la parada necesaria para todo el que pasa por ahí. Probamos esquites chorreados de crema y queso, elotes, tamales dulces y nos llevamos para el camino pastel de elote.
Y Roberto nos cuenta del dicho de las tortillas: “Sirven como cuchara, servilleta y pan”.
TOCHIMILCO
En la secretaría de turismo nos encontramos con un guía y partimos a recorrer el pueblo, también destruido por el terremoto del 19 de septiembre 2017. Pasamos por el centro histórico, el ex convento y nos adentramos a la naturaleza virgen. Llegamos a los yacimientos de agua que solo ellos conocen, donde este oro transparente brota de las piedras y burbujea en la arena. No hay senderos ni mucho menos turismo masivo. El agua es tan pura que mejor nadie se entere así cuando volvamos sigue igual. Recogimos del suelo tantos aguacates como pudimos (antes que se pudran, porque nadie los junta) y conocimos los enormes gusanos que llaman “gallinas cristal”, transparentes y azules.
Guille, el guía, nos cuenta cómo se celebra el día de muertos por ahí: de noche y en los panteones. Se los adorna con papel picado blanco y dorado, hecho a mano por el legado de una familia de 3 generaciones, y se colocan ceras enlaminadas para los niños (de 1 a 15 años) que son los ángeles, libre de pecados. Para los difuntos adultos las ofrendas son comidas como mole, arroz, café.
Terminamos el tour en La ciénaga, un centro recreacional, con piscina, columpios y tirolesa.


HUEY ATLIXCAYOTL, la fiesta del año en Atlixco de las Flores
Regresamos a Atlixco de las Flores, un par de semanas más tarde, para vivir la Huey Atlixcayotl. No somos de regresar a los sitios pero nos habíamos enamorado del color de sus calles, de sus flores, de los aguacates de Tochimilco, de la vista del Popocatépetl, de las leyendas de Metepec y sobre todo de la receptividad de su gente. Fuimos muy bienvenidos no una, sino 2 veces.
Primero les hago una breve intro para contarles de qué se trata este evento. Es la Gran fiesta de los Poblanos, realizada en el cerro San Miguel (conocido como el cerro de la danza) el último domingo de septiembre. Se juntan más de 10 regiones etnográficas del estado para celebrar su permanencia a través de la música, bailes y comidas a través de esta viva tradición.


El sábado presenciamos la elección de la reina (Xochicihuatl). Pero nadie modela mostrando sus cuerpos delgados y desnudos. Aquí gana quien mantenga la lengua materna, la vestimenta y las tradiciones más vivas. Sus discursos eran en un español confuso y una lengua imposible para cualquiera de los que estábamos viviendo ese espectáculo.


Atlixco desfilaba afuera. Era domingo y lo que se espera todo el año estaba a punto de acontecer. Amaneció lluvioso, pero aun así la gente comenzaba a subir el cerro. Roberto y Chivys nos habían conseguido boletos para disfrutar la fiesta desde la plazuela, cerca del gobernador. En la fiesta se esperan 50.000 personas, pero dan solo 600 boletos a este privilegiado lugar y hay que hacer filas de varias horas para conseguirlo. Tuvimos la suerte de tenerlas.
La lluvia nos hizo temblar de frío, mi calza estaba completamente mojada, las camperas de abrigo se volvieron pesadas y mi pensamiento era “si nos vamos, nos perderemos algo”. Así que ahí permanecimos. Esperando el gran espectáculo, al igual que todos los atlixquenses, que parecía no perturbarles la lluvia. El suelo estaba empapado y las zapatillas lavadas en el taller mecánico 3 días atrás estaban en minutos llenas de barro, sin saber cuándo verían agua y jabón nuevamente. El agua caía del cielo y se colaba por el suelo.
Todos estábamos mojados. Pero ver a la gente bajo la copiosa lluvia, esperando el show más esperado del año y ver a los bailarines danzar y cantar a viva voz, sin importar la cortina de agua, ponía la piel de gallina.


Llevamos mate (bebida típica Argentina), pero Chivys y Roberto a las 10 a.m como desayunos nos trajeron unas picaditas de frijol (tortillas de maíz con frijol, parecido al poroto negro, queso y pollo). Hicimos una mezcla bastante rara para pasar el frío, pero afortunadamente nuestros estómagos ya están a prueba de balas.
Una vez que la “autoridad del estado”, ocupó el estrado de honor, como en los tiempos de “Moctezuma”(gobernante de la ciudad de Tenochitlán), se entregó el bastón de mando a la nueva reina y princesas (elegidas el día anterior) y se dio inicio a la fiesta con el baile típico de las Chinas de Atlixco, que atravesaron un arco de flores. Posteriormente los pueblos participantes nos deleitaron con sus bailes y el encanto de sus tradiciones.
“Estamos en esta vida de prestados, solo tenemos un rato no más, pero la música, la danza y la cultura permanecerán”. Así se presentaron los de Acatlán, un municipio de fuerte presencia y danza. No podríamos estar más de acuerdo. Ellos lo tienen claro, por eso es tan importante continuar con el legado.
Llenos de Gratitud nos despedimos de Atlixco. Y lo que pasó en este pueblo mágico lo resumimos en pocas palabras:
…”Cuando no hay expectativas y vivimos el presente, momento a momento, permitimos que las cosas sucedan”…

