Esta nota la escribí para La Revista Latitud pero quería compartirla con ustedes por acá para que no se la pierdan…
Para quien no sabe, la vanlife es la vida en una casa rodante (van = carro/automóvil/motorhome, y life = vida). Y vivir una vida más lenta en una casa sobre ruedas nos cambió la vida (y la mentalidad) y le vamos a contar porqué.
Desde que partimos, hemos renunciado a muchas cosas, además de a nuestros trabajos y a compartir tiempo con la familia y amigos. También lo hicimos a bienes materiales y a tener la llamada “seguridad” a fin de mes. Pero todo esto no hizo más que ayudarnos a vivir más presentes y livianos. Los días no los contamos según la cantidad que tenga un mes, y da lo mismo si es lunes o sábado. No estamos eufóricos si llega el viernes o deprimidos si es domingo; felices si son las vacaciones de verano o con nostalgia si comienza el ciclo lectivo y/o laboral.


Vivir una vida simple
Vendimos la mayoría de nuestras pertenencias (hicimos ferias antes de partir, y mientras viajábamos también) y regalado otras. Le dijimos adiós a nuestra ropa, lámparas, libros, zapatos, adornos, cuadros, collares. Fue realmente un proceso de desapego, pero en el momento en que dejamos ir muchas cosas, le dimos lugar a otras nuevas y con mayor utilidad. “No necesito esto”. “¿Cuánto hace que no uso aquello?”. La verdad es que acumulamos una cantidad de cosas impresionantes por las dudas de que alguna vez las necesitemos. Pero la realidad es que nunca las usamos y solo nos genera preocupación o miedo de perderlas.
Cambiamos la filosofía de que más cosas es mejor o más seguro (¡no puedo salir de viaje sin un buen celular!). Empezamos a imaginar una vida con menos. Menos cosas, menos desorden, menos stress, menos distracciones, menos descontento. Y luego imaginamos una vida con más. Más tiempo, más relaciones profundas, más crecimiento, más contribución al planeta y satisfacción. Más tranquilidad.
Nos dimos cuanta que creemos necesitar cosas porque la sociedad y el sistema nos han dicho que las necesitamos. A éste último, le conviene para que siga funcionando ¿no creen? Pero no nacemos con tantas necesidades. Tener poco no es la solución. Tener mucho tampoco lo es. El equilibrio nos dio la satisfacción. No significa tirar o quitar todo lo que tengamos, más bien seguir usándolo hasta que se acabe, o dárselo a alguien que lo utilice. Se trata de elegir un estilo de vida bueno para nosotros, quienes nos rodean y el entorno.


Vemos ahora, que ya no perdemos tiempo pensando qué nos vamos a poner para tal ocasión porque tenemos pocas mudas de ropa, ni tampoco cada mañana delante del armario y del espejo ¿Cuántas cosas guardamos “para cuando vayamos a tal lugar” o “hagamos tal cosa”? Mucho menos en limpiar y acomodar la Kombi porque no hay mucho, y en un abrir y cerrar de ojos ya tenemos todo listo. Es tiempo ganado para tener otras experiencias (si sos mujer y te preocupa no tener el armario lleno te compartimos esta nota sobre cómo ser mujer en la vida vanlife)
“Simplificar la vida = hacer la vida un poquito más fácil, especialmente en nuestra cabeza”.
Somos ricos, aun viviendo con menos dinero
Solíamos pensar que más dinero nos iba a dar más seguridad y nos ayudaría a llegar más lejos, hasta que nos lo robaron todo (sí, todo el dinero en efectivo y otras cosas materiales como laptop, tableta de diseño, etc.), y el aprendizaje sobre dónde encontramos seguridad, dio un vuelco. Ahora la llevamos dentro (a la seguridad), confiamos en que se puede volver a comenzar de cero en cualquier lugar del mundo, y tanto la casa, el trabajo y el estilo de vida que desees, está donde uno se encuentra.
Y la verdad es que, al tener menos, obviamente aprovechamos mejor y valoramos más lo que tenemos. Todo tiene su uso y su función y si algo no tenemos y lo necesitamos, otra cosa lo reemplazará. Les pongo un ejemplo: perdimos la tapa de la olla, pero la sartén funciona como tal, y además frita los huevos. Así que dos usos en un mismo objeto.
Les comparto esta frase que me dejó pensando. “Amen a las personas y usen las cosas. Porque al revés no funciona” ¿Cuántas veces amamos las “cosas”, nos apegamos a ellas y no las soltamos? ¿Cuántas veces sentimos que “necesitamos” las cosas para poder vivir o cumplir algún sueño?
Tenemos menos cosas, viajamos livianos, pero nuestra mente se volvió más simple. No estamos saturados de cosas, ni tampoco de pensamientos banales sobre “necesitar” o querer algo. Hay menos preocupaciones y se vive bien.
Para pensar: se desechan las cosas cuando pasan de moda, o cuando ya no cumplen su función social, y con esto último me refiero a que, tener ciertos bienes materiales genera en algunas sociedades estatus social ¡¡¡Y eso es una locura!!! Esta hambre nunca es saciada. Y frenar ese apetito voraz por más cosas, es un alivio (y una necesidad) para la naturaleza, que ya se está quejando la pobre. Aprendimos a reutilizarlo todo, y lo que es desecho para muchos, para nosotros es un lujo.
Recomiendo que se tomen un tiempito para mirar: “MINIMALISMO“, un documental sobre las cosas importantes.
Resetear el cerebro
Nuestro mundo estaba al revés, trabajábamos 10 horas, otras 4 horas nos la pasábamos en el transporte público y nos quedaban 2 horas libres para hacer todo lo que queríamos: salir a correr, leer, escribir, dibujar, viajar, practicar yoga, estudiar, estar con amigos, ¡charlar entre nosotros! Nada ¿no? Casi ni nos veíamos. Y la verdad es que, cuando algo está desequilibrado, otras cosas en la vida también lo están. Si trabajamos mucho, comenzamos a hacer las demás cosas (como comer y beber) también en exceso. No tenemos tiempo para cocinarnos una comida sana, o salir a caminar, o practicar algún deporte.
Hay unas palabras en esta vida Vanlife que nos hacen cada vez más sentido: “tener libertad económica”. Porque al vivir más simple y gastar menos, sólo en las cosas importantes, no estamos atados a deudas, créditos, y nos sentimos más libres. Si tenemos lo compramos y si no, no, punto. Eso nos da el “lujo” de despertarnos cada mañana en un lugar distinto y ver cómo queremos pasar el resto del día. Si nos gusta nos quedamos, de lo contrario, nos vamos. En la antigua vida consumíamos algo porque trabajábamos mucho, así que nos decíamos que lo merecíamos, que valía la pena gastarlo. Era nuestro “regalo” consuelo.


Otra manera de hacer las cosas en nuestra vida que cambió junto a la Vanlife fue trabajar para pagarle a alguien que lo haga por nosotros. Generalmente le pagamos a un carpintero, a una modista, a un soldador, a un chapista, y una lista infinita, porque no tenemos tiempo de aprender a hacer otra cosa fuera de nuestro trabajo. Claro, eso lleva tiempo, prueba y error. Aprendimos a darnos maña para la mayoría de las cosas y sentimos más libertad aún, cuando no dependemos de algo o alguien, para reparar, construir, arreglar o mejorar, siendo lo más autosustentable posible. Es decir, aprender a hacerlo, te libera de muchas cosas.
Ser especialista en saber hacer de todo un poco en la vida, nos parece la mejor solución a la libertad económica, muy distinto a lo que nos educan: tienes que ser el mejor médico, diseñador, ingeniero, pero nos sacan de esas funciones y dependemos de alguien que nos ayude a solucionar problemas (del gasista, del plomero, del mecánico, etc).
Hay una forma diferente de vivir, sin tantas presiones, tomando el control de nuestro tiempo y nuestra vida. Y este nuevo estilo de vida “Vanlife” ayuda al planeta, porque al consumir menos, se genera menos desechos y menos sobreexplotación de la naturaleza. Vivir consciente hace que las decisiones que tomemos, tengan un valor añadido.


¿Y si no tengo una van o una kombi? ¡Tenemos una buena noticia! También podés experimentar la libertad que da el vivir liviano sin una vanlife.
Vivir simple no depende del tipo de casa donde vivas, sino descubrir los detalles que te hacen feliz.
La vanlife: slow life – slow travel (vivir lento – viajar lento)
Al vivir y viajar más lento, el destino dejó de ser tan importante y el único foco. No vamos como locos viendo la meta final sin observar la cotidianeidad. Puede sonar muy lindo llegar a Alaska, pero hay muchos Alaskas en el camino. En cada parada sobre la ruta, en un pueblo o en un parque natural, nos detenemos, caminamos alrededor, hablamos con los lugareños, sacamos la mesa afuera y preparamos el mate.
La Kombi nos enseñó a desacelerar el ritmo, porque no va a 100 km/hs, sino a 70 km/hs en las mejores condiciones, entonces por qué pedirle peras al olmo, como dice el dicho. Ella es nuestra gran maestra en esta vida Vanlife. “Cuando vamos por la ruta, le pedimos perdón en voz baja a la gente que va detrás nuestro”, pero, aun preocupándonos, terminan saludándonos y regalándonos una sonrisa. Evidentemente la Kombi provoca nostalgia y tal vez, las ganas de vivir más relajado (recomendación: si te gusta la velocidad, hacer mil cosas a la vez y no tenés paciencia, lo mejor es buscar otro vehículo para vivir la Vanlife).


Es un carro que va lento, pero este viaje por la vida, no es ni una carrera ni una competencia. En todo caso es sumar memorias y experiencias, las cuales aparecen si le damos la oportunidad de estar más tiempo en un lugar para que la magia suceda. De lo contrario esta chance nos pasa al costado y ni nos damos cuenta. “Prueben vivir un poco más lento, y les aseguro que cosas hermosas les sucederán”.
Entonces la Vanlife nos satisface el deseo de vivir una vida simple, pero al mismo tiempo haciendo cada día diferente, porque un día nos levantamos en una playa, otro día en una montaña, en un pueblo, en un taller mecánico, en una ciudad (es como tener mil hoteles con las mejores vistas). No sabemos qué va a suceder, pero vivimos una vida tranquila aprovechando cada oportunidad que la vida nos presenta y cada momento. La Vanlife es vivir el Aquí y Ahora.
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“Simplificar nuestra vida nos hace vivir una experiencia por un camino consciente”