En la Amazonía Ecuatoriana, en el interior de la selva, ahí en donde solo se llega en canoa o en avioneta, hay más vida de la que podemos imaginar y pudimos interactuar con una Comunidad Amazónica. Esa región que se conoce en el país como “el Oriente”, es decir, un lugar sin nombre, despojada de identidad propia, excluida del escudo nacional y alejada de los centros poblados. Queríamos conocer sus personajes, su forma de vida, la visión de cada uno y ver con nuestros propios ojos el por qué tal separación.
Navegando por el Río Napo (el inicio del Río Amazonas), de apariencia serena pero poderoso y cargado de misterio, ya adivinábamos que detrás de esa selva que se levantaba como una muralla en las márgenes del río, se desarrollaba una vida secreta.
Y así conocimos la Comunidad Indígena Kichwa. Ellos, ya casi no usan su vestimenta tradicional, a favor de la ropa al estilo occidental y la gran mayoría habla español (además del kichwa como lengua materna), aunque las mujeres adultas y los mayores, aun se comunican en kichwa. La exposición de la comunidad en estas últimas décadas a la modernización y la globalización, ha ido erosionando la preservación de sus tradiciones.
Aunque el incremento del turismo ha reavivado el interés por mostrar la forma que vivían sus ancestros y ha motivado a las generaciones más jóvenes a preservar y sentir orgullo de sus tradiciones ¿Es en este caso, el turismo una actividad tan nociva como muchos difaman? ¿O las industrias petroleras asentadas en los márgenes del Río Amazonas, quienes se jactan de mejorar las condiciones de estas comunidades, están afectando a la conservación de la cultura a favor de bolsillos gordos en manos de países extranjeros?
En la comunidad kichwa “El Pilchi”, la mayor parte de los miembros de las 41 familias que integran la comuna, han apostado al turismo sostenible a través de 2 actividades: la primera manejada por las mujeres, la segunda por los hombres. Fuimos a conocer los 2 proyectos.
Al bajar de la lancha a motor, Doña Rosa, nos esperaba. Sus rasgos asiáticos, de pelo lacio, ojos achinados y nariz ensanchada se asoma. Con sus botas de goma y un vestido azul que llevaba escrito el nombre del proyecto “Mandi Forest: una experiencia inolvidable”, nos saluda:
- Alypunchy! – Nos dice en kichwa, y traduce en un español un poco confuso.
Sus ojos acentuaban ese brillo lacrimoso que tienen los ojos de las personas adultas, sin saber si se debe a alguna causa puramente fisiológica, o la nostalgia, o algún sentimiento escondido en su alma y que sus ojos delatan.
Tras caminar el sendero que separaba el muelle de la cabaña principal, nos topamos con una mesa redonda llena de artesanías colocadas prolijamente para la venta. Y una red femenina trabajando en equipo. Al fondo, alcanzábamos a ver un fuego cerca del piso, y una enorme vasija de barro con agua hirviendo. 4 calabazas pequeñas asentadas sobre un pie de bamboo contenían un líquido amarronado. “Guayusa”! nos ofrece doña Rosa.
El calor se tornaba insoportable y pesado. Los mosquitos desataban un festín sobre nosotros. A ellos, ni los perturbaban, tal vez porque cada mañana a las 3 a.m., la comunidad religiosamente se dispone alrededor de un “juego”, tal como doña Rosa se refirió hacia el fuego sagrado, para calentar “Guayusa”, recordando los sueños que se habían manifestado en la noche, una manera de conectarse con el más allá y con sus antepasados. Guayusa, este mismo té de color marrón que nos convidaban, amargo como el mate, pero tan energizante, digestivo, y con un plus: previene picaduras de insectos. De un sorbo lo bebimos.
Comenzamos el recorrido intentando cazar alguna palabra que doña Rosa nos decía. Nuestras zapatillas de 3 líneas y coloridas, no eran las más adecuadas para caminar por un fango húmedo que parecía estar vivo. Machete en mano, ella abría el camino con una facilidad que estremecía.
- Este es el oro de la selva. “La chonta”. La savia del tallo la utilizamos para las picaduras de la conga (hormigas de un tamaño descomunal y que si te pican te paralizan un buen rato), con las hojas hacemos los techos de las casas, polleras, sombreros, canastos; y al tallo lo comemos en un plato llamado “palmito de la chonta”. Prueben!
Lo probamos. No sin dudarlo por un instante. Un sabor fresco y natural, con un tallo tan blanco y tan tierno que se parecía al palmito que conocemos. La diferencia está en la logística del producto: uno enlatado y en las góndolas del supermercado, y otro cortado y entregado en la mano.
- Aquí las mujeres saben tejer muy bien, las artesanías que hacen las venden a turistas y así damos a conocer nuestras tradiciones. – Nos cuenta mientras mueve sus dedos con agilidad asombrosa, y una vincha acorde al tamaño de mi cabeza va tomando su forma.
Eran las 9 a.m., el sol brillaba fuerte y quería colarse, pero la inmensidad de los árboles no le permitía. Cada vez el camino se tornaba más oscuro y más húmedo. Parecía una caverna que guarda secretos profundos. Los insectos duplicaban su tamaño a medida que avanzábamos. Ruidos extraños provenientes de la espesura parecían acecharnos. Doña Rosa no se asombraba, nada parecía perturbarla, era su hábitat y estaba segura.
- Mi nieta está enferma. Parece que es el paludismo. Tiene 7 meses no ma´. La aventamos con hojas para quitarle el mal, pero no mejoró la pobre. “Más antes” había chamanes en la comunidad, esos sí que sabían curar!
No tenía noticias de su nieta desde hacía días, pues 2 horas de caminata por el medio de la selva las separaban. Allí en la jungla, aún en la era de internet y en la década del wapp, la gente se comunica vía personal y oral. Doña Rosa no estaba segura si aún su nieta vivía, pero parecía no emocionarla.
Plantas medicinales nos enseña en el camino de regreso.
- Ésta para que se corte la menstruación y evitar el embarazo, ésta para los dolores de panza, ésta para aventar a los niños cuando tienen el “mal adentro”, ésta para las picaduras.
Y así una larga fila de plantas diferentes para combatir sus dolencias. Su descripción no concordaba con lo que había estudiado en mis clases de anatomía y fisiología. Pero ellos tenían fe y confiaban en sus remedios, y ése, es el primer paso para la sanación.
El recorrido finalizaba en la “Cerbatana”, un espacio para jugar con su arma silenciosa, compuesta por un canuto en el que introducen flechas desde uno de los extremos, intentando ensartar la flecha a una papaya; intuyendo que, si ésa fuera la comida del día, nos moriríamos de hambre y la presa se reiría de nosotros.
Eran las 10 a.m. y no teníamos ganas de almorzar ni de beber alcohol, pero menos mal que aceptamos porque según nos contarían después, si no tomas lo que te ofrecen en primera instancia, suponen que ya no quieres nada. Algo así como todo o nada.
Una calabaza con chicha de yuca. Un plato y una cuchara de madera (aunque terminamos comiendo con los dedos). Maito de Bagre, palmito de chonta, yuca, maduro, plátano, chocolate blanco y mayón al palo (la exótica larva de la chonta).
- “Más antes estas larvas se comían vivas”, pa´ los enfermos. Cura el resfrío. Tienen mucha proteína.
Lucho cogió la cabeza del gusano y lo mordió. Junto al mordisco, algo fino y largo salió, una tripa parecía. Meditando qué hacer con el mío, me decidí y mordí. Algo jugoso salió, pero no quise ver qué. Y ahí en el plato los gusanos quedaron.
Al siguiente día, fuimos a conocer el segundo proyecto, el de los hombres, al que denominan Mandi Wasi, recorrimos primero un sendero de 2 kms hacia el interior de la selva desde la Laguna Garzacocha (donde estábamos hospedados en La Selva Amazon Ecolodge & Spa) hacia la Laguna Mandicocha (mandi=nombre de una planta acuática cocha=laguna en kichwa).
Dicha laguna, selvática hasta sus entrañas, solo la navegan quienes saben remar y no temen a nada. La fuerza de la naturaleza modifica la “ruta” en un abrir y cerrar los ojos. No hay carteles que indiquen dónde girar, dónde desviar, cuándo es peligroso, si hay animales sueltos en el camino o si hay derrumbes. Pero ellos saben. Su sentido de observación y escucha es tan minucioso como el silencio que saben practicar.
- Escuchan algo? Sienten algo?
- No, nada. Solo silencio.
- A la cuenta de 3 gritaremos juntos MAR-CHAR!
Así lo hicimos, y un panal de avispas, atentas a nuestro grito, nos demostraron su organización y orden ante algo que las alteraba.
Guillermo y Kevin, 2 hermanos a cargo del proyecto construyen, junto a otros compañeros, cabañas para albergar turistas que quieran tener una experiencia desde adentro de la selva. Ya comenzaron a recibir turistas. ¿Cómo administran? ¿Cómo hacen con los sistemas de reservas? ¿Existe un “Booking” o un teléfono para reservar? Por supuesto que no. A través de un sonido emitido con la boca, el compañero que reclutó algún turista, les avisa a Guillermo y Kevin, y ellos devuelven el sonido, notificando que han recibido el mensaje, y se disponen a organizar todo para recibirlos.
Y los últimos protagonistas de esta comunidad: LOS NIÑOS! Quienes viven en una tierra que cuidan, limpian, defienden, protegen y aman aun sabiendo que no es suya; que dominan con su presencia y que conocen como la palma de su mano. La vida del niño amazónico parece ser una vida llena de cosas inesperadas.
Teníamos el desafío de entrar en contacto con ellos a través del ARTE. Interactuaríamos a través de un mural, embelleciendo la escuela y proponiendo un taller donde los niños nos ayudarían a concluir con ese mural. Sentimos al arte como una actividad unificadora de dos realidades diferentes. La de ellos y la nuestra.
Empezamos a trabajar un domingo. Las aulas cerradas así que fue la suerte de la casa comunal, cede de encuentros, reuniones y debates donde realizamos el mural. Muchos pasaban y sigilosamente se colocaban detrás y nos observaban. Y ahí se quedaban, en silencio hasta que percibíamos que alguien nos acompañaba:
- Venís a la escuela?
- No, ya no. Tengo 18 y terminé la escuela en “El coca”, la ciudad próxima.
- Trabajas por aquí?
- No hay mucho trabajo por aquí, a veces me llaman para ayudar en la construcción, pero no mucho.
- Y te gusta aquí o la ciudad?
- La ciudad más. Ahora estoy estudiando alemán con una chica de allá que viene a la comunidad. Parece que allá hay trabajo. Quiero ir unos meses.
- Qué bien! Hay que estudiar mucho! Y cómo se dice “Hola” en Alemán?
- Creo que “Hello” y también sé decir “Yes”.
Ellos también sueñan. Ellos también tienen proyectos. Y están bien informados.
Tímidos y vergonzosos hasta que se rompe el hielo a través del juego. Alguno un poco más atrevido invita a sus compañeros a participar. La escuelita tiene 3 aulas. En cada una de ellas se agrupan 2 o 3 cursos. Un maestro por cada aula, haciendo malabares para amoldarse a cada necesidad.
Una escuela que llega a este mundo selvático como una institución artificial, pues hasta hace poco, no se creía necesario la necesidad de esta educación formal, dado que la educación natural, espontánea y vía oral que ofrecían los mayores de la comunidad hacia los jóvenes, garantizaba los conocimientos suficientes para vivir en este lugar y los valores que se esperaba de ellos. Todo un desafío para nosotros, dictar un taller de un arte un tanto occidentalizado con pinturas sintéticas, frente a su arte y pinturas naturales. Un intercambio que, ante todo, ayudaría a comprender y expandir las realidades del mundo…
Kichwa y español se escucha desde afuera de las aulas. Cabezas de niños asomándose, esperando a que vayamos a hacerlos partícipes del mural!
Frente a las aulas hay un enorme sitio baldío donde se reúnen a jugar al fútbol. Hombres y mujeres. De cualquier edad. Cortadora de césped? Olvídalo! A machete y de rodillas van dejando un espacio de muchos metros cuadrados con el pasto cortito, listo para jugar.
Una cámara de foto atrapa la atención de los niños. Todos se quieren retratar y retratarnos, y luego ver la foto, en un juego que parece no tener fin. Una pelota dejó atrás la cámara de fotos y un partido de fútbol, ese gran juego socializador, se puso en marcha. Sin distinción de edad ni sexo. Todos sabían disfrutarlo y reír a carcajadas. Pero nos vinieron a buscar, y sus caras se volvieron más serias. Algunos interrumpieron el juego corriendo detrás de la colación y otros, modestamente, asomados desde sus aulas saludaban.
Dejamos este lugar con un aprieto en el corazón, un cuerpo pegajoso y sudado de humedad, pero con una caja llena de recuerdos de estos niños y esta comunidad que tanto nos ha enseñado el respeto a la “Pacha” y hacia el otro, pues nadie se tutea (independientemente de edades, los niños entre ellos tampoco lo hacían), todos piden permiso, dicen por favor y gracias.
El tiempo aquí se detiene. La tranquilidad de su gente generaría ansiedad al estilo de vida occidental. Algunos miran el suelo y se distraen por minutos y hasta por horas observando minuciosamente las actividades de hormigas, gusanos, y todo tipo de insecto. A veces con alguna ramita seca, o con un palito se entretienen jugando interrumpiendo la labor de estos animales. Y así pasa la vida en la selva, un inhóspito océano de árboles (aunque en algunas partes ya no es tan inhóspito), donde las lluvias torrenciales vienen y se van, la humedad permanece, el color verde la vegetación se torna más verde aún y las personas siguen sonriendo.
8 Comments
Adriana
Hermoso,sigan contando toda la experiencias, me gusta leerlas. besos
octubre 23, 2017 at 11:56 amViajá y Reíte
Gracias Adriana! Seguiremos contando y viviendo mucho! Abrazo!!
octubre 23, 2017 at 6:29 pmBrunella
Que hermosa experiencia!!!! Excelente relato!!!… sigan disfrutando
octubre 24, 2017 at 12:16 amViajá y Reíte
Gracias Bru por leernos! Y las palabras de los lectores como devolución es lo mas lindo que podemos recibir! Abrazo grande!
octubre 24, 2017 at 10:50 pmamelia barotto
HERMOSO y conmovedor relato, pensar q hay más gente viviendo en comunióncon la naturaleza de lo q imaginamos…..cuánto para aprender e imitar….que hermosos niños …tan sabios y protectores de su lugar.HAY experiencias que aparte de inolvidables son soplos de vida que al aspirarlos nos sentimos renovados .
noviembre 1, 2017 at 6:33 pmViajá y Reíte
Gracias por tus lindas y motivadoras palabras, que también son un soplo de VIDA!
noviembre 7, 2017 at 11:56 amLUIS
Hermosas las vivencias que relatan, no saben lo importante que son sus relatos para nosotros sus seguidores, parece que viajáramos con uds. en parte van cumpliendo nuestro sueño.- Algún día espero poder recorrer aunque sea parte de vuestro país (Argentina), a la manera de ustedes, sin pausa pero sin prisa, compartiendo con la gente, conociendo su cultura su forma de ser.- Un abrazo desde Uruguay.-
enero 15, 2018 at 5:49 pmViajá y Reíte
Guau! Que hermosa confesión y que lindo saber que viajan con nosotros y forman parte de esta historia. Que lindo saber que en esta aventura no estamos solos y que lindo saber que nuestros mejores momentos son compartidos con ustedes lectores, nuestros mejores compañeros de este viaje!! Gracias por su apoyo y motivación!! Abrazo grande Luis!
enero 16, 2018 at 9:37 pm