InBOLIVIA, DIARIO DE VIAJE

UYUNI, LA RUTA – NO RUTA

Kombi en el salar de Uyuni

Una vez más amanece helado. Varias noches consecutivas de temperaturas extremas bajo cero, cruzando la cordillera de los Andes, desde Chile a Bolivia. El frío calaba los huesos, las duchas escalofriantes no alcanzan a calentar los pies y el agua se clavaba como mil agujas. Mate congelado, agua del termo congelada, pasta dental y cerdas del cepillo de diente congeladas, vidrios congelados, techo goteando y estalactitas nos acompañaron las últimas noches. Pero llegamos a Uyuni!!

Ya las calles comienzan a poblarse de turistas en busca de su tour para conocer el Desierto de Sal más grande del mundo. Calles políglotas y guías bolivianos intentando convencer con un discurso que se lo saben de memoria y lo repiten una y otra vez. Independientemente de cuál sea tu duda, ellos repiten una y otra vez lo mismo. Y comienza el regateo.
Ante nuestra falta de amistad con esas transacciones y observando a Blanquita que nos mostraba su “Riqueza de Libertad” tomamos el riesgo y tuvimos el coraje, la voluntad y la libertad de descubrir otra manera de vivir el salar de Uyuni. Cruzarlo desde el sur y salir por el norte, atardeciendo y amaneciendo en él.

Primer paso…

Abastecernos de gasolina y comida. Para tal expedición tomamos riesgos pero no tanto. Supusimos, acertadamente, que en el medio del salar toparnos con una estación de servicio sería una ridiculez, y la comida, en caso de haber, sería de un precio desorbitante, fuera de nuestro presupuesto. Tanque lleno, bidones extras de gasolina, panes recién horneados y queso de vaca caserito, y partimos.

Permítanme hacer un paréntesis de esta travesía para contarles otro tipo de odisea. Aquí es bastante complicado que le vendan gasolina a los extranjeros (o si lo hacen es a un recio por las nubes). Pero Lucho la consigue como si de un boliviano se tratara. Es una aventura cada vez que vamos en busca de ese alimento preciado para Blanquita. Dejamos la Kombi a la vuelta de la estación, él va con un bidón y regresa siempre con gasolina.

Inventa historias diferentes cada día. Esta última vez se le ocurrió decir que no tenía vehículo cuando el playero le preguntó dónde estaba su carro. ¿Para qué la querría entonces? Yo no sé en qué estaba pensando, ya ni sé si le creen o le dan gasolina para sacárselo de encima. La cuestión es que él viene triunfante con su bidón de 23 lts. al tope.

Comenzamos por los “atractivos turísticos” clásicos, aunque nuestra percepción sobre el gran negocio que distorsiona la realidad propiamente dicha, no sean de las mejores. No queríamos una llama disfrazada para la foto, queríamos una manada con sus caravanas de awayo, no queríamos una cholita disfrazada para el turismo, queríamos vivir con ellas, conversar, compartir… y tampoco queríamos un trozo del salar, lo queríamos entero.

 

…Parábamos, jugábamos, continuábamos… Libertad absoluta!

 

Entramos por Colchani, un pueblito típico con casas de adobe, techos de paja y calles de tierra que vive de los tours que llegan cada mediodía desde Uyuni, llenos de extranjeros al salto por llevarse una prenda típica, un souvenir o cualquier cosita pagando el precio más alto que jamás haya visto.


Pero este pueblito es la puerta de entrada a un asfalto blanco que se une con el horizonte en todas sus profundidades: ancho, largo, al frente, al costado, arriba, abajo o como quieras imaginarlo. Todo es blanco incandescente. Blanquita comenzó a desfilar sobre grandes hexágonos perfectos que aparecían en el parabrisas, y un cielo que se unía con la tierra. Una enorme extensión de sal tan blanca y un silencio desolador que sobrecoge a cualquiera ¿Cómo nos ubicaríamos sin perdernos dentro del desierto sin ruta y donde todo a nuestro alrededor era blanco? Un desafío para nuestros sentidos. Seguir huellas de 4×4, observar al Volcán Tunupa que sería nuestra puerta de salida, observar el sol y un GPS que pobre, estaba más desorientado que nosotros. Y nos adentramos a un paisaje que nos transportaría a otro mundo.

 

…Monumento al Dakar… De Sal por supuesto… Hecho para los turistas… 

… Al lado del Monumento se encuentra el Hotel de Sal y el Valle de Banderas… Todo al ladito…

 

Llegamos al Hotel de Sal, al Monumento al Dakar, al Valle de banderas, a los montículos de sal y a la Isla Incahuasi con sus cactus gigantes. Y allí nos quedamos un buen rato. A contemplarla. Una isla en el medio del desierto. Y una pareja que vive allí hace 30 años. Él con una máquina de cocer se preparaba para darle batalla a las bajas temperaturas de las noches. Ella preparaba la carne para la sopa de quinoa con ternera.

– Antiguamente vivíamos en las cuevas de sal, cerquita no más. Pero acá podemos sembrar quinoa y papa si la Pacha nos regala 2 ó 3 lluvias anuales. Este año no pudo ser, pero estos cactus gigantes tienen reserva pa´ rato y un fruto que es un manjar. De Argentina? Puf…En los 90 con el 1 a 1 venían mucho los Argentinos y dejaban platita. Ahora ya no. Y como están con Macri ahora? Escuché su discurso del 25 de Mayo y dijo que iba a hacer algo grande… Yo no sé… Ya no sé a quien creerle…


Estupefacta por su conocimiento actualizado a pesar de su aislamiento, continué escuchándolos.


– Ahorita viene el bus para ir a Uyuni al mercado. Hasta luego m´hijita!
Y sí, hay un bus en el medio del salar… Y regreso a la kombi a preparar una rica comida que comeríamos en las mesitas de sal, tal cual lo hacen quienes llegan en sus 4×4.

 


Foto típica. Una ilusión óptica. Puff! Hemos jugado como niños!

 

Hasta acá llega el tour y la información que nos habían dado en las agencias. Y ahora? Volvemos por dónde vinimos? O vamos hacia el otro extremo? Se podrá salir? Habrá algún pueblo? Como delfines en un mar que desconocen e ignoran el fondo y sus correntadas, nos adentramos a lo incierto. Estábamos más libres y vivos que nunca. No había un carril, un cartel, una vía rápida y otra lenta, un algo delimitador y regulador de leyes.

Parábamos, sacábamos fotos, cambiábamos de conductor, preparábamos el mate, sacábamos la mesa y sillas, nos recostábamos bajo el sol… Toda una tarde sin salir de la ruta… La Ruta – no ruta… Sólo la vista al volcán.

Nuestro alrededor seguía tan blanco y reflejaba a la perfección el cielo. Kilómetros y kilómetros. Y el volcán no se acercaba. Todo seguía igual de desolador. 100 kms. 120 kms. 150 kms. Manejamos hasta tener indicios de algo. Como un náufrago cuando ve gaviotas y sabe que la tierra está cerca. Ya la sal no estaba tan firme como en el medio del salar. A lo lejos veíamos agua. Nuestra No-Ruta comenzaba a tener algunos agujeros.


Y muy despacito entramos a Coqueza, con lo cual significa que al fin de cuentas había un pueblo! Ya en la plaza principal, Lucho abasteciéndose de agua un tanto salada, detrás de unos cactus que lo doblaban en su estatura, me mira sonriente y me dice “No te muevas, prepará la cámara”… Y se asoma un cuello largo con orejas coloridas, y luego 2, 3, 5, 10, 20… Blancas, negras, marrones, combinadas. Sigilosamente las llamas como Juan por su casa se dirigían a tomar agua. Por detrás, mujeres con sus guagas las escoltaban.

 

…En la base del Volcán Thunupa. Llamas. Más atrás las lagunas con sus Flamencos. Más atrás aún el inmenso Salar…

 

– Se verán Flamencos? Les preguntamos al unísono.
– Ahorita no más estarán bajando a la Laguna.
Felices por tal vez un encuentro casual e inesperado fuimos en busca de ellas.

 

Y vimos un punto color rosado de patas flacas paradas sobre la Laguna. Nos acercamos y efectivamente eran ellas. Algunas abrían sus alas mostrándonos sus mejores colores.
Con ojos humedecidos de la emoción nos abrazamos y supimos lo que era la “Felicidad absoluta”. Decidimos pasar la noche ahí mismo, en el medio del salar rodeados de flamencos. La suerte continuó acompañándonos y una Luna Llena se asomaba, espejándose sobre ese impecable manto blanco. El día continuaba en la noche. Y nos preparamos para descansar en la tibia pancita de Blanquita, a pesar de los grados bajo cero, y esperar un nuevo amanecer de ensueño.

 

…Va cayendo el sol. Dónde dormiremos? Acá o allá? Dónde será más tranquilo? Teníamos para elegir… Todo un Salar!

 

Te gustó?? Hay muchas más aventuras y toda una galería de fotos aquí!!

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8 Comments

  • Stella Viotti

    Excelente y apasionante relato. Sigan adelante. Besos a los dos

    junio 17, 2017 at 3:54 pm Reply
  • Dano

    Que magnífica historia que recién comienza…ya quiero verlos en Alaska!!

    junio 17, 2017 at 5:56 pm Reply
    • mariabelen

      Pasito a paso Dano y llegaremos! Un abrazo enorme para ti y para Marisol! Los seguimos escuchando por la radio cuando podemos!

      julio 2, 2017 at 3:25 am Reply
  • amelia barotto

    NO se q decir esto deja sin palabras a cualquiera…..q inmensidad!!!!!! para asustar a unos cuantos..pero nunca a nosotros.Qbueno descubrir lugares por uno mismo y no haciendo y escuchando lo q nos quieren contar…..Si habremos descubierto bellos lugares de esa manera!!!!

    junio 18, 2017 at 5:32 pm Reply
  • Valentina

    Que lindo emocionante y apasioando relato! Tal cual como son ustedes! Apasionados por descubrir y conocer!!! Que dios los
    Acompañe siempre en sus caminos!! Besitos y abrazos desde chile!

    Vale!

    junio 22, 2017 at 10:09 pm Reply
    • mariabelen

      Gracias Vale!! Los mejores recuerdos de Cása Nómade, de Valparaíso, de ti y toda esa gente maravillosa! Abrazo grande y que sigan viajando con nosotros!

      julio 2, 2017 at 3:24 am Reply
  • Gise

    Chicos, entonces entraron por Colchani y salieron por Coqueza? en que epoca del año fueron?

    diciembre 14, 2020 at 3:48 pm Reply
    • Viajá y Reíte

      Hola Gise!!! Así es, entramos por Colchani y salimos por Coqueza, cruzando todo el desierto. Fuimos en el mes de Julio. Es maravilloso cruzarlo de punta apunta y poder dormir en él.

      diciembre 17, 2020 at 11:23 am Reply

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